Escrito por Wilson Arias
Castillo
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"Competitividad, una
obsesión peligrosa", es el título que dio el Nobel Paul Krugman a uno de
sus artículos en el que sostenía desafiante, hace 20 años: "Personas que
se creen sofisticadas en la materia dan por supuesto que el problema económico
que enfrenta cualquier nación moderna es esencialmente el de la competitividad
en los mercados mundiales (que los Estados Unidos y Japón son competitivos en
el mismo sentido que Coca Cola compite con Pepsi) y no prevén que alguien pueda
cuestionar seriamente esa posición". "…La obsesión respecto a la
competitividad es no solamente errada sino peligrosa, que distorsiona las
políticas económicas internas y amenaza el sistema económico
internacional", agrega lapidario.
El dardo de Krugman incluyó un
delicioso reproche al reduccionismo que asimila la competitividad regional (o
de país) con la competencia entre firmas que se comportan como rivales netos
(entre Coca Cola y Pepsi, su clásico ejemplo). Estando en ello, nos recuerda
que eventualmente las corporaciones van a la quiebra y "cierran".
"Los países, de otro lado, no quiebran", advertía severo. Y las
regiones, aún las más arruinadas, tampoco cierran. Esa Orinoquia olvidada nunca
cerró. Buenaventura pobre y masacrada, tampoco. Y tras prolongada marginalidad,
"El Calvario" aún malvive en pleno centro de la actividad comercial
de Cali. Ninguna de estas zonas ha "cerrado" ni siquiera hoy, cuando
una nueva "competitividad" les anuncia grandes inversiones, pero a
cuenta de que haya vaciamiento territorial en una y desplazamiento interno en
las otras, a fin de desarrollar otra acumulación sobre la desposesión de los
actuales titulares o poseedores, vía mercado o vía violencia.
¿Nueva competitividad de la
"Tercera Vía"?
La literatura especializada se
duele hoy de las "ganancias de competitividad espuria", basada en la
desestructuración del trabajo y la trituración de los derechos ciudadanos
propias del neoliberalismo. Ahora es común asignarle cierto giro, básicamente
hacia políticas sectoriales y mesoeconómicas –educativa, industrial, de
infraestructura, científica, tecnológica, etc.– pero claramente solo en función
del desarrollo productivo, que demanda un activo papel intervencionista del
Estado.
A este enfoque se aviene la
divisa santista según la cual "El Estado despeja el camino, fija reglas de
juego, dirime los conflictos; el sector privado construye y recorre el
camino", una explicación de la Tercera Vía "a la criolla" que
reclama Estado hasta donde sea necesario y otorga licencia al mercado hasta donde
sea posible.
La formulación aplica a todo el
concepto de "convergencia regional" concebido desde el anterior Plan
Nacional de Desarrollo, dominado por las emergencias del gran capital. Para el
caso del denominado G11 (Subregión sur del Valle del Cauca), la asociación municipal
cambió su histórica mirada al norte del Cauca, por otra ordenada desde la
Alianza del Pacífico, por la reconfiguración de Cali como "ciudad para el
empresariado" y de servicios, por sus plataformas para la circulación y
reproducción del capital, y por un proceso de terciarización de la capital que
dé cuenta de la reprimarización económica del país.
Por su parte, el proyecto para la
Orinoquia se inscribe en la "recomendación" del Banco Mundial de
poner la tierra "en manos de los usuarios más eficientes y las actividades
más productivas", forzando cambios en el uso del suelo (vía normativa,
tributaria y de ordenamiento territorial). La inversión siempre aplazada para
la Altillanura, surge a la par de la nueva Ley de Baldíos, cuyo destino serán
no ya los campesinos pobres sino la agricultura de escala. A la par van el
blanqueamiento de la gran inversión, y una impresionante dotación de bienes
públicos, créditos y subsidios, la presencia de un Estado que solo llega con la
consolidación del despojo de los nativos, siempre desoídos.
Surge a la vista un paralelo
inevitable cuando se compara esta intervención, con la que asoma tras los
proyectos de ordenamiento territorial de Cali y el sur del Valle del Cauca. Al
vaciamiento territorial de la Orinoquia corresponde el fenómeno de
"gentrificación" del centro de la ciudad: la expulsión de los
pobladores pobres, en aquellos espacios donde tienen sus apuestas las élites
empresaristas. El prolongado cálculo ha cumplido distintos dispositivos de
"limpieza urbana" para cercar su habitabilidad y pasar hoy a una
etapa de febril intervencionismo que obliga al desplazamiento. En el diseño,
desempeñan su papel desde las redadas policiales hasta nuevos y perversos
incentivos económicos: exoneraciones al propietario tradicional… ¡que acceda a
irse!
Ya volveremos sobre el tema. Por
ahora recordemos la advertencia sobre esa competitividad regional exclusivista
y espuria. Y anotemos una paradoja: en las presentaciones de los tecnócratas de
la Cámara de Comercio de Cali, que son los mismos de la Alcaldía, resalta una
"declaración de principio" (sic) pretendidamente ostentosa:
"Cali siempre ha buscado de manera obsesiva la competitividad, a través de
una estrategia de trasformación productiva". Gente sofisticada de Cali lo
repite así, ¡20 años después de la sentencia de Krugman!
Las 2 Orillas, 4 de noviembre de
2014.
http://polodemocratico.net/index.php?option=com_content&view=article&id=7620:la-competitividad-regional-iotra-obsesion-peligrosa&catid=42:columnistas
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