A
LAS MUJERES*
MARIA CANO
Pronto
hará cuarenta años que fui traída por las masas trabajadoras del país en cuya
amable compañía estuve mientras se consideró que podría serles de alguna
utilidad. Y fui a confundirme con la gran marea popular -desde mi modesta
posición de escritora de periódicos y revistas-, porque tenía la convicción
entonces, como la tengo ahora, de las razones justas que impulsaban al pueblo
trabajador a luchar por sus legítimos e intereses, y de la necesidad que tenía
y tiene todavía la Nación de una nueva fuerza social que, unida y poderosa, la
redima de la miseria y la ignorancia. Agitadora de las ideas comunes a toda
noble aspiración de la gente que trabaja, clamé con mi voz encendida de fervor
fraternal por la unidad de las masas en sus organizaciones y en sus luchas.
Hice mi primera gira por la región minera de Segovia, en Antioquia, y después
recorrí como una bandera todo el país. Desde Buenaventura, en el mar del
Pacífico, hasta Santa Marta en el mar del Atlántico, mi voz de mujer estimulo
las multitudes. Porque fueron multitudes como grandes ríos las que afluyeron a
los teatros y plazas públicas a oír el mensaje de lucha que les llevaba.
Extraño pero más interesante, el hecho de que fuera una mujer la que sembrara
esa llama de inquietud revolucionaria por los caminos de la patria. Extraño
pero lógico porque ya la mujer no estaba solamente en la casa, en el pequeño
taller y en el campo de cultivo, sino también en las grandes fábricas, en el
amplio comercio, en oficinas e instituciones. ¿No es lógico igualmente que la
mujer esté, con los mismos derechos del hombre, en todos los frentes de la
actividad económica, social y política de la, nación? Desde luego, era más
estrecho el tiempo en que yo actué como agitadora de ideas por medio de mi
palabra y mis escritos. No existían ciertas libertades y derechos que ahora se
reconocen en la mujer. Pero entonces como ahora, lo esencial era y sigue siendo
movilizar a la gente; despertarla del marasmo; alinearla y poner en sus manos
las banderas de sus tareas concretas. ¡Y que las mujeres ocupen su lugar! En
esta fecha, 8 de marzo de 1960, en que conmemoráis el Día Internacional de la
Mujer, aceptad este mensaje de quien llevó por un tiempo en sus manos esa llama
de inquietud que ahora desea ver en las vuestras
* Tomado de: Iván
Marín, María Cano en el amanecer de lo clase obrera, Bogotá, Instituto María
Cano, ISMAC. 1985.
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